sábado, 19 de junio de 2010

El sacramento del matrimonio.-

El otro día una joven pareja recién cumplidos los 30 años, por lo tanto viviendo en casa de sus respectivos papas, con un año de relaciones prematrimoniales, tuvieron el detalle de invitarme a cenar.



Fuimos a un restaurante hindú en la bahía de Palma nova, vamos a una zona turística o de “giris” , en donde al tiempo que contemplamos el maravillo mar mallorquín en verano, degustando arroz, carnes y pan con queso, todo con especies mil , en un ambiente muy propio de la cocina que desguatamos, donde podías escuchar las alegrías de los futboleros en los bares vecinos o como machacaban a la música en un Karaoke vecino . Vamos en una típica noche de verano para turistas en Mallorca.




La pareja en cuestión, chico y chica, no sé porque sacaron el tema del matrimonio, más bien sus divergentes opiniones sobre el matrimonio. Como estaba de buen humor y les aprecio, como se dice en los términos taurinos, entre “al trapo” y tuvimos una larga y tendida conversación sobre el tema.

Y es que eso de casarse por la iglesia o por lo civil es causa muchas veces de posturas personales que a mi todavía me sorprenden.

Hoy en día que una chica quiera casarse de blanco a mí no me sorprende, me parece lo más normal del mundo, sobre todo cuando es tu primera boda, porque las estadísticas nos están indicando que actualmente el promedio de bodas por individuos está aumentando, creo que en España va por el 1,7 y en EE.UU. por el 3,2 . Veo lógico que quiera tener una boda – espectáculo para sus familiares y para sus amigos. Aunque el origen de tal cosa, como costumbre social, venga de la necesidad que las parejas tenían de que su entorno les ayudaran a conformar su nuevo hogar, lo que hoy ha terminado con ser la lista de boda en el Corte Ingles.



Pero me sorprendio, como ocurrió en la cena que comento, el que la chica hiciera una condición “sine qua non” (condición sin la cual no) del hecho de casarse por la iglesia, vamos no lo llego a decir de forma explícita pero de forma implícita así era, vamos que si no había boda por la iglesia pues no había boda, con lo que peligraba la continuidad de la pareja.

El chico, muy sereno, argumentaba que aquella imposición era un acto de hipocresía (mostrar creencias, opiniones, virtudes, sentimientos, cualidades, o estándares que uno en realidad no tiene) y frente al argumento de ella de que lo quería asi porque era católica, él le contra replicaba diciendo que eso no era cierto, porque ella no guardaba castidad, ella usaba anticonceptivos y ella estaba a favor de la existencia de la homosexualidad, que eran tres posturas contrarias a la religión católica.


Ahí intervine para no solo confirmar que el catecismo de la iglesia católica ciertamente eso imponía a los católicos sino además que el mismo era en su mayoría una aportación teológica del actual papa Benedicto XVI, cuando era Joseph Alois Ratzinger y era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
 

Fue entonces cuando quedo de manifiesto la otra contradicción en el pensamiento de la joven, pues ella manifestó que no estaba a favor de la Iglesia como organización y que estaba en contra de las posturas del actual Papa. Como su novio quiso sumarse puntos con esa nueva contradicción, intervine para recordarles que según la liturgia del matrimonio católico, al contrario de lo que ocurre en el resto de los sacramentos, en el del matrimonio los celebrantes son los mismos contrayentes y el sacerdote solo es un testigo que representa a la organización eclesial, en la que precisamente no creía la joven novia. Y le ofrecí que lo viera en el ejemplar del moderno catecismo de la iglesia católica que tengo en mi biblioteca en mi casa, resultado ser ella la sorprendida de que tal libro rodara por la biblioteca de una persona que se declara aconfesional como yo, por lo que tuve que recordarle que si bien es cierto soy aconfesional no por ello tal cosa quiere decir que no sea religioso, porque lo cortés no quita lo valiente ( La frase original que Góngora  escribió fue : «Valiente eres, capitán, y cortés como valiente».)

  La conversación se fue por lo derroteros de la educación de los hijos en la fe católica que ella defendía con igual ímpetu que el sacramento del matrimonio frente a su novio que era partidario de una educación laica. Y en ese punto le di la razón a la chica para sorpresa del chico, que me reprocho mi aparente contradicción. Así que tuve que explicarle, como si de la redacción de un contrato se tratara, que no era que estuviera cediendo un ápice en mí aconfesionalidad sino que se trataba de no crear una posición contractual que no se podría sostener en el futuro, porque dado el papel de la madre en la educación de los hijos era imposible sustraerle a la misma lo que sin duda era un derecho natural, el inculcar los valores religiosos a sus hijos. Si esta educación se hacía de una manera abierta el padre podría atemperar esos valores, de la otra forma ella educaría a sus hijos a las espaldas de un padre que aparecería ente ellos como una figura represora.
 

Al final acabe recomendándoles que hieran los mismo que las viudas de ciertas aldeas de Galicia, pero al revés, ellas por no perder la pensión del marido, muchas veces muerto prematuramente por el trabajo en el mar, cuando encontraban otra pareja que pusiera calor en sus lechos, se casaban con ellos por la iglesia, eso es por el rito de la iglesia, con fiesta incluida, pero no por lo civil, con lo que hacían compatible la pensión con el matrimonio sacramentado. Y todos contentos.



Así pues le recomendé que se casaran por lo civil con boda pública y de blanco y que también se casaran por la iglesia todo lo en secreto que se pudieran, vamos los tres, esto es la pareja y el cura. Así ambos estarían cumplimentados en sus pretensiones y además añadí, (visto el valor que algunos han dado al poder volver a casarse por la Iglesia sin deshacerse por la vía del asesinado de su ex ) una explicación de cómo se podía hacer para que en un momento dado ese matrimonio fuera declarado nulo, en ultima instancia por el Tribunal de la Rota    y por poco dinero.
 

Y es que mucha gente se cree que eso del sacramento del matrimonio es insoluble y por lo tanto ignora que la misma Iglesia que te casa te descasa, eso si previo pago de una tasa mayor, que unido a los honorarios de los abogados especialistas la cosa suele salir carísima a casi todo el mundo, menos a mi hermano Gonzalo, que gracias a que en el camino de Santiago encontró a un Vicario de no sé que diócesis, la cosa le salió por dos duros que se dice. Igual que ocurre en la Cuba de los Castro, que la tasa por divorciarte que te cobra el estado cubano es el doble de la que te cobra por casarte.



No sé si al final he sido capaz de trasmitirle a la joven pareja que tan amablemente me invitaron a cenar, que lo más importante del matrimonio no es el sacramento si no el previo acuerdo de cuáles serán los valores por lo que quieren que se rija su vida en común, aunque eso signifique que ello les lleven más tiempo en discusiones como las de la otra noche, pues sin duda el valor fundamental de cualquier tipo de relación es la lealtad, virtud que consistente en el cumplimiento de lo que exigen las normas de fidelidad, honor y gratitud.

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